LA EVOLUCIÓN SOCIAL
Dada la situación actual y la alternativa que se
presenta para el logro de un mundo mejor cabe reflexionar brevemente en torno a
esa posibilidad. En efecto, se han realizado numerosas pruebas económicas que
han arrojado desparejos resultados y frente a ello se nos dice que el nuevo experimento
es la única solución a los problemas fundamentales. Sin embargo, no alcanzamos
a comprender algunos aspectos de esa propuesta. En primer lugar aparece el tema
de las leyes económicas. Al parecer existirían ciertos mecanismos, como en la
naturaleza, que al jugar libremente regularían la evolución social. Tenemos
dificultades para aceptar que cualquier proceso humano y, desde luego el
proceso económico, sea del mismo orden que los fenómenos naturales. Creemos,
por lo contrario, que las actividades humanas son no-naturales, son
intencionales, sociales e históricas; fenómenos éstos que no existen ni en la
naturaleza en general ni en las especies animales. Tratándose pues de
intenciones y de intereses, tampoco tenemos por qué suponer que los sectores que
detentan el bienestar estén preocupados por superar las dificultades de otros
menos favorecidos. En segundo lugar, la explicación que se nos da respecto a
que siempre hubo grandes diferencias económicas entre unos pocos y las mayorías
y que, no obstante esto las sociedades han progresado, nos parece insuficiente.
La Historia nos enseña que los pueblos avanzaron reclamando sus derechos frente
a los poderes establecidos. El progreso social no se produjo porque la riqueza
acumulada por un sector luego haya desbordado automáticamente “hacia abajo”. En
tercer lugar, presentar como modelo a determinados países que operando con esa
supuesta economía libre hoy tienen un buen nivel de vida, parece un exceso.
Esos países realizaron guerras de expansión sobre otros, impusieron el
colonialismo, el neo colonialismo y la partición de naciones y regiones;
recaudaron en base a la discriminación y la violencia y, finalmente,
absorbieron mano de obra barata, al tiempo que impusieron términos de
intercambio desfavorables para las economías más débiles. Podrá argumentarse
que aquellos eran los procedimientos que se entendían como “buenos negocios”.
Pero si se afirma eso, no podrá sostenerse que el desarrollo comentado sea
independiente de un tipo especial de relación con otros pueblos. En cuarto
lugar, se nos habla del avance científico y técnico y de la iniciativa que se
desarrolla en una economía “libre” En cuanto al avance científico y técnico ha
de saberse que este opera desde que el hombre inventó la maza, la palanca, el
fuego y así siguiendo, en una acumulación histórica que no parece haberse
ocupado mucho de las leyes del mercado. Si, en cambio, se quiere decir que las
economías abundantes succionan talentos, pagan equipamiento e investigación y
que, por último, son motivadoras por una mejor remuneración, diremos que esto
es así desde épocas milenarias y que tampoco se debe a un tipo especial de
economía sino sencillamente a que en ese lugar existen recursos suficientes con
independencia del origen de tal potencialidad económica. En quinto lugar, queda
el expediente de explicar el progreso de esas comunidades por el intangible
“don” natural de especiales talentos, virtudes cívicas, laboriosidad,
organización y cosas semejantes. Este ya no es un argumento sino una
declaración devocional en la que se escamotea la realidad social e histórica
que explica cómo se han formado esos pueblos.Desde luego, tenemos mucho desconocimiento para
comprender cómo es que con semejantes antecedentes históricos podrá sostenerse
este esquema en el futuro inmediato pero eso forma parte de otra discusión, la
discusión en torno a si existe realmente tal economía libre de mercado, o si se
trata de proteccionismos y dirigismos encubiertos que de pronto abren
determinadas válvulas allí donde se sienten dominando una situación y cierran
otras en caso contrario. Si esto es así, todo lo que se agregue como una
promesa de avance quedará reservado sólo a la explosión y difusión de la
ciencia y de la tecnología, independientemente del supuesto automatismo de las
leyes económicas.
Mario Rodríguez Cobos, Primera Carta a mis Amigos
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