La
acción de los humanistas no se inspira en teorías fantasiosas acerca de Dios,
la Naturaleza, la Sociedad o la Historia. Parte de las necesidades de la vida
que consisten en alejar el dolor y aproximar el placer. Pero la vida humana
agrega a las necesidades su previsión a futuro basándose en la experiencia
pasada y en la intención de mejorar la situación actual. Su experiencia no es
simple producto de selecciones o acumulaciones naturales y fisiológicas, como
sucede en todas las especies, sino que es experiencia social y experiencia
personal lanzadas a superar el dolor actual y a evitarlo a futuro. Su trabajo,
acumulado en producciones sociales, pasa y se transforma de generación en
generación en lucha continua por mejorar las condiciones naturales, aún las del
propio cuerpo. Por esto, al ser humano se lo debe definir como histórico y con
un modo de acción social capaz de transformar al mundo y a su propia
naturaleza. Y cada vez que un individuo o un grupo humano se impone
violentamente a otros, logra detener la historia convirtiendo a sus víctimas en
objetos “naturales”. La naturaleza no tiene intenciones, así es que al negar la
libertad y las intenciones de otros, se los convierte en objetos naturales, en
objetos de uso.
El
progreso de la humanidad, en lento ascenso, necesita transformar a la
naturaleza y a la sociedad eliminando la violenta apropiación animal de unos
seres humanos por otros. Cuando esto ocurra, se pasará de la prehistoria a una
plena historia humana. Entre tanto, no se puede partir de otro valor central
que el del ser humano pleno en sus realizaciones y en su libertad. Por ello los
humanistas proclaman: “Nada por encima del ser humano y ningún ser humano por
debajo de otro”. Si se pone como valor central a Dios, al Estado, al Dinero o a
cualquier otra entidad, se subordina al ser humano creando condiciones para su
ulterior control o sacrificio. Los humanistas tienen claro este punto. Los
humanistas son ateos o creyentes, pero no parten de su ateísmo o de su fe para
fundamentar su visión del mundo y su acción. Parten del ser humano y de sus
necesidades inmediatas. Y, si en su lucha por un mundo mejor creen descubrir
una intención que mueve la Historia en dirección progresiva, ponen esa fe o ese
descubrimiento al servicio del ser humano.
Los
humanistas plantean el problema de fondo: saber si se quiere vivir y decidir en
qué condiciones hacerlo.
Todas
las formas de violencia física, económica, racial, religiosa, sexual e
ideológica, merced a las cuales se ha trabado el progreso humano, repugnan a
los humanistas. Toda forma de discriminación manifiesta o larvada, es un motivo
de denuncia para los humanistas.
Los
humanistas no son violentos, pero por sobre todo no son cobardes ni temen
enfrentar a la violencia porque su acción tiene sentido. Los humanistas conectan
su vida personal, con la vida social. No plantean falsas antinomias y en ello
radica su coherencia.
Así
está trazada la línea divisoria entre el Humanismo y el Anti-humanismo. El
Humanismo pone por delante la cuestión del trabajo frente al gran capital; la
cuestión de la democracia real frente a la democracia formal; la cuestión de la
descentralización, frente a la centralización; la cuestión de la
antidiscriminación, frente a la discriminación; la cuestión de la libertad
frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida, frente a la
resignación, la complicidad y el absurdo.
Porque el Humanismo se
basa en la libertad de elección, posee la única ética valedera del momento
actual. Así mismo, porque cree en la intención y la libertad distingue entre el
error y la mala fe, entre el equivocado y el traidor.
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